jueves, 12 de abril de 2012

UN INSECTICIDA ESTARÍA TERMINANDO CON LAS ABEJAS

Artículo extraido de la revista NEOTEO ABC y enviado por nuestro compañero Suso Asorey de AGA.

La población mundial de abejas está disminuyendo. Primero se culpó a los móviles, luego a un parásito y algunos incluso mencionaron a ET, pero lo cierto es que habían pasado más de cinco años y no sabíamos a ciencia cierta que es lo que provocaba su muerte. Ahora, según aparece publicado en la revista Science, una familia de pesticidas comunes conocidos como neonicotinoides producido por la multinacional Bayer para tratar las semillas de maíz aparece como los responsables, ya que provoca el problema de colapso de colonias (o CCD, por Colony Collapse Disorder) al interferir con un neurotransmisor de las abejas.

Las abejas son extremadamente importantes para el hombre. Te guste o no su miel, lo cierto es que estos pequeños y trabajadores insectos cumplen un papel fundamental para la agricultura. En un mundo que necesita alimentar a más de 7 mil millones de humanos, el cultivo de vegetales aptos para el consumo humano es indispensable, y las abejas contribuyen a las cosechas gracias a su trabajo como polinizadoras. Hace unos 6 años se comenzó a notar que las abejas desaparecían misteriosamente. Si bien en el primer momento se desestimó el problema, a los pocos meses se tomó conciencia de la importancia y gravedad del mismo, ya que no era un fenómeno local sino que se repetía en diferentes regiones del mundo. Se comenzó a investigar el asunto, y se lo comenzó a conocer como el “problema de colapso de colonias” (o Colony Collapse Disorder, CCD por sus siglas en inglés). Entre las causas probables se mencionó a las radiaciones electromagnéticas emitidas por los teléfonos móviles y un parásito asiático llamado “Nosema ceranae”. Pero lo cierto es que las abejas continuaban desapareciendo, aún en regiones en que la telefonía móvil no estaba presente o donde el mencionado parásito no había llegado.

Tom Theobald, el apicultor de Colorado que encontró las pruebas.

Por otra parte, en los últimos 15 o 20 años han comenzado a utilizarse diferentes pesticidas capaces de hacer su trabajo sobre determinadas especies, elegidos por los agricultores por que permiten mejorar significativamente la cantidad de toneladas de alimentos que sus terrenos pueden producir cada año. Algunos científicos sospechaban que algunos de estos pesticidas no serían precisamente inocuos para las abejas, pero fue Tom Theobald, un desconocido apicultor de Colorado quién a fines de 2010 consiguió la prueba que vinculaba la misteriosa desaparición de las abejas con un producto comercializado por la multinacional Bayer. Los documentos hallados por Theobald prueban que este insecticida, utilizado principalmente para tratar las semillas de maíz, provoca efectos neurotóxicos en el cerebro de las abejas, impidiéndoles orientarse y regresar a sus colmenas. Estos productos se conocen como neonicotinoides y son una familia relativamente nueva de insecticidas. Trabajan modificando los receptores químicos de un neurotransmisor llamado nAChR, lo que provoca la parálisis o la muerte de los insectos. Según los científicos, actúan de forma similar a gases nerviosos como el sarín.

Las abejas son extremadamente importantes para el hombre.

Theobald consiguió la documentación que prueba la relación entre estos químicos y la muerte de las abejas de una forma inesperada. A finales de 2010 escribió un artículo sobre la clotianidina en la edición de julio de la revista Bee Culture. El artículo creo un pequeño revuelo, y casi de inmediato un empleado de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de EE.UU) lo llamó para informarle que su trabajo los había llevado a revisar el estudio de impacto ambiental original que la agencia había elaborado para aprobar el producto de Bayer en 2003. Theobald le preguntó si podía acceder a una copia de ese estudio, y el empleado le envió un documento de más de 100 páginas plagado de fallos y datos sesgados intencionadamente. Básicamente, este texto era la prueba que el agricultor necesitaba para demostrar que la EPA había pasado por alto “detalles” que podrían haber autorizado la comercialización de un producto capaz de diezmar la población de abejas en los Estados Unidos durante años. El pesticida ha sido un éxito comercial, con ventas de 262 millones de dólares sólo en Estados Unidos el año pasado. Se lo emplea para controlar plagas en cultivos de soja, remolacha azucarera, girasol y trigo.

El producto provoca efectos neurotóxicos en el cerebro de las abejas.

La EPA no ha prohibido la clotianidina y Theobald no cree que lo vaya a hacer, entre otras cosas por que ese país cultiva unos 88 millones de hectáreas de maíz cada año. El apicultor tiene la esperanza de que el impacto mediático de esta noticia provoque un cambio de opinión en la EPA. De hecho, el artículo ha sido tapa de Science, una publicación de enorme renombre. ”La agencia de protección ambiental necesita dar un paso al frente y hacer las cosas bien. Si continúan intentando enterrar todo esto, serán más patéticos de lo que ya lo son”, ha dicho Theobald. No sabemos si el 100% de las abejas desaparecidas han sido eliminadas por este tipo de veneno, pero seguramente limitando o evitando su uso las colmenas volverán a prosperar.

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